Esta noche a las doce en punto, te acercarás despacio, tus pasos no se
notarán por la alfombra mullida que todas las noches, amortigua tus pisadas y
te hace siempre pasar inadvertido.
Como siempre, a la misma hora, la cama está caliente y mi cuerpo reposa
desde hace dos horas… no me logro quedar dormida, las luces están apagadas, me
acostumbré a ello a partir de los veinte, antes era pánico lo que me embargaba
al sentir la oscuridad como única compañera, pero de un tiempo a esta parte, se
ha convertido en la mejor aliada para mis horas de insomnio.
Llegarás cansado, la costumbre se está chupando de a sorbos el verbo sorprender
o esperar con ansias, anda haciendo un cruel trueque con el verbo buscar y
encontrar; aunque no lo reconozcas y te hagas siempre a la idea que el
sustantivo perfección se juega limpiamente con el pronombre nosotros.
Te sentiré llegar…. 11:50 pm, abrirás la puerta, un minuto, dos inhalaciones,
tres pasos, llegarás a la cocina, tomarás un vaso de agua, dejarás los zapatos
en la sala, así como la corbata en el sofá, te desabrocharás los botones
cercanos al cuello y sin mirarte sé que darás un giro a tu cabeza, en señal de
agotamiento, te acercarás despacio…. como siempre; he llegado a tomarle
resentimiento a la palabra siempre.
11:55 pm, el futuro se convierte lentamente en presente, y te siento
llegar, entras al baño, orinas, te quitas las medias, los pantalones, ropa
interior y la camisa, te cepillas los dientes, dos escupidas en el lavamanos de
mármol, te conozco tanto…
Las doce en punto, y suavemente, deslizas el edredón que me brindaba calor
hasta hace poco, haces lo mismo con las sábanas, y lo primero tus pies, le
sigue tu torso, finalmente tu cabeza hace contacto con la almohada, tu mano
poco tibia, reposa en una de mis nalgas, estoy de espaldas a ti, pero el roce
de tus dedos en mi piel, hace que me voltee, y se cruzan cuatro ojos, un par de
ellos agitados por no lograr conciliar el sueño, los míos; los tuyos, cansados,
se cierran lentamente, y espero a que me des el beso de buenas noches en la
frente, cual padre con su hija, y es que es esto lo que nos ha quedado, besos
tibios, miradas entrecortadas, unos toques ligeros y tú a dormir, yo a mirar al
techo, pensando que demonios estoy haciendo con mi vida, donde la palabra
desperdicio hace eco y se repite sin que yo lo quiera.
Son las 12:05 am, esperaba que ya estuvieras dormido, primer ronquido, pero hoy
hay un salto a la norma, como siempre desnudos los dos, pero en lugar de los
centímetros de separación pertinentes, siento tu pierna envolviéndose con la
mía, siento tus dedos, que recorren mi vientre, mi pecho, mi cuello, mis
labios, ahora es tu boca, tu aliento que va dejando huella, por cada instante
de mi cuerpo antes recorrido, y respondo a tus caricias, te das y me doy a ti, tu
ser penetrante, insistente, va marcando arrítmicamente el paso de tu cuerpo
dentro del mío, comenzamos a sudar, a agitarnos, somos lo que no éramos, estás
recorriendo un camino que hacía tiempo no recorrías… 02:10 am, continuamos en
la entrega, son incontables las veces que hemos hecho y desecho las sábanas
esta noche, hoy no hay cansancio, hoy estás llenando todos mis laberintos de
deseos perdidos en insomnios ganados, hoy la lucha se rinde con la palabra
entrega, y nos fundimos como pocas veces, como hace tantas vueltas del injusto
tiempo… ahora van tres horas más de sollozos y gemidos, de respiraciones
entrecortadas, de murmullos que no se convierten en palabras.
Llega el amanecer, nos quedamos dormidos, y al despertar, ya no estás, te
marchaste, me dejaste el vacío, como todas las mañanas.
Pensé que había una tregua, pero no, como especie de espejismo, nos dimos
uno al otro, pero llegó el momento de romper el espejo, y darme cuenta que
estás de nuevo lejos de mí.
Me levanto, tomo una ducha, agua fría, salgo rápido del baño, el clóset, lleno
de mi ropa, elijo vaqueros y camiseta, unas bambas, la bolsa de hacer la
compra.
Hago la cama y como siempre noto que recogiste lo que habías dejado tirado
en el baño, todo intacto, nadie imaginaría lo que ocurrió esa madrugada.
Salgo, compro el periódico, la fecha actual, compro unas margaritas tornasol en
la floristería, tomo el coche, hoy te iré a buscar, puntual, cambiaré un poco
la rutina, en celebración.
Estaciono, casi no hay gente, y mientras camino un poco rápido, siento unos
dedos suaves en mi espalda, me llama por mi nombre; era tu madre, me volteo y
el negro de sus vestiduras, me recuerda la pesadilla, ese instante en que el
mundo se paralizó para siempre.
Te trajo crisantemos, odio esas flores.
Te llora a ti, pero es imposible que yo te llore, pues sé que esta noche
vendrás a mí, como todas las noches desde hace dos años.