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viernes, 26 de enero de 2024

Cuando apareció el músico

Para Luis... Que en 2005 conoció a Cata, por esas cosas del azar

Catalina salía de su trabajo en Las Mercedes; lo bueno de tener oficina allí es que podía tomar algo en el Centro Comercial cercano, en un café o en estos locales que de día te sirven la comida y en la tarde/noche se convertían en un oasis perfecto para todos aquellos que cansados de la rutina laboral buscaban despejar un poco la mente.

Ese jueves, no quería ir al acostumbrado café, con los mismos personajes, así que decidió ir al local de la esquina, un lugar estilo adulto contemporáneo donde a veces incluso había música en vivo.

Llegó y se sentó en la barra, pidió un té frío de melocotón, perfecto para el calor de media tarde y se dedicó a observar a los músicos que se disponían a probar los instrumentos para el toque de esa noche.

Era imposible que pasara desapercibido por lo alto, le calculó casi dos metros, delgado, moreno, con nariz aguileña y ojos pequeños, barba de unos dos días y camisa arremangada hasta los codos.

Obviamente esos dedos captaron su atención, al ser tan largos le hicieron pensar que debía tocar algún instrumento y no ser precisamente el cantante.

Sí, se aproximaba hacia ella, Catalina miró hacia los lados y rápidamente se dio cuenta que no había más nadie a su alrededor así que siguió sus pasos y lo miró de frente.

Con una amplia sonrisa, típica de quienes están acostumbrados al espectáculo, como si la conociera de toda la vida, se sentó a su lado y pidió una Coca Cola fría.

Un cálido hola acompañado de una franca sonrisa dio paso a una voz suave a la par de intensa.

Catalina respondió con un hola cortante; con las personas que no eran de su entorno se comportaba siempre de manera distante, parte de timidez, parte de desconfianza.

Se presentó como Luis, explicándole que era músico, tocaba la guitarra en un grupo de jazz latino, le preguntó directamente a qué se dedicaba.

Taciturna respondió que trabajaba en el aburrido mundo de las finanzas además de ser profesora en una universidad.

Incrédulo asentía, le preguntó su edad alegando que le parecía demasiado joven para la imagen típica de profesor universitario mayor de cincuenta.

Ella le dijo que recién cumplía veintiséis y que ya llevaba dos años como profesora, que esos clichés no aplicaban en la actualidad, sin embargo, tenía la sensación de espantar a los hombres por ser profesional e independiente.

Luis escuchaba mientras bebía su refresco y le contestaba con franqueza que él admiraba a las mujeres independientes económicamente y para quitar hierro al asunto le dijo que tenía unos ojos marrones bastante grandes e intimidadores.

Catalina ya pensaba que era otro hombre como tantos que querría algo de sexo y poco más, por lo que de repente empezó a mirarlo en silencio con una mueca de incipiente disgusto.

El sin darse por aludido le dijo que le parecía muy graciosa pero no en mal plan.

Ella carraspeaba explicándole que no estaba pasando por una buena racha últimamente, sin saber por qué, le contó que había estado tres años en una relación con un hombre celoso con el que casi llega al matrimonio. Hacía dos meses habían terminado y en ese momento se hallaba en un periodo de montaña rusa emocional, buscando el equilibrio como un niño pequeño aprendiendo a caminar en un sendero solitario.

Luis le confesó que no estaba buscando pareja en ese momento, prefería dedicarse al terreno seguro de la música, sus amigos y familia, que empantanarse en una relación que probablemente acabaría mal, le explicaba que al principio muchas se regocijaban de tener un músico como pareja, para luego terminar en resaca de reproches por horarios inoportunos y el sinfín de excusas inconclusas, sinceramente prefería la compañía de los acordes al infortunio hormonal de las mujeres.

Ella por fin sonreía, al menos era sincero, sabía a que atenerse con este recién conocido.

El inclinó por un momento su cabeza y le dijo que le gustaba su mirada que decía muchas cosas sin articular apenas palabra.

Catalina terminaba su té y un compañero del músico se acercaba para decirle que pronto empezarían las pruebas de sonido.

Se levantó y ella corroboró que en efecto era bastante alto; sin saber muy bien por qué y en un impulso, tomó un bolígrafo de su bandolera esmeralda, con la mirada alcanzó a ver una servilleta cerca de su vaso y anotó algo.

Luis imaginó que sería su número telefónico.

Pagó, se levantó y le entregó a la servilleta

- Depende de ti ahora, si quieres saber algo más de mi – y sí, se lo decía con una sonrisa completa en el rostro.

Cuando Luis abrió el papel fino en lugar del típico número que le entregaban las chicas que iban a cada toque y que casi siempre terminaban en la papelera del olvido, estaba escrita una dirección de Internet, específicamente un blog.

Allí se dio cuenta que Catalina estaba lejos de ser la típica mujer de estos tiempos, esa noche tocó la guitarra como hacía tiempo no lo hacía.

viernes, 5 de enero de 2024

Construcción del futuro con tus pisadas

Esta noche a las doce en punto, te acercarás despacio, tus pasos no se notarán por la alfombra mullida que todas las noches, amortigua tus pisadas y te hace siempre pasar inadvertido.

Como siempre, a la misma hora, la cama está caliente y mi cuerpo reposa desde hace dos horas… no me logro quedar dormida, las luces están apagadas, me acostumbré a ello a partir de los veinte, antes era pánico lo que me embargaba al sentir la oscuridad como única compañera, pero de un tiempo a esta parte, se ha convertido en la mejor aliada para mis horas de insomnio.
Llegarás cansado, la costumbre se está chupando de a sorbos el verbo sorprender o esperar con ansias, anda haciendo un cruel trueque con el verbo buscar y encontrar; aunque no lo reconozcas y te hagas siempre a la idea que el sustantivo perfección se juega limpiamente con el pronombre nosotros.
Te sentiré llegar…. 11:50 pm, abrirás la puerta, un minuto, dos inhalaciones, tres pasos, llegarás a la cocina, tomarás un vaso de agua, dejarás los zapatos en la sala, así como la corbata en el sofá, te desabrocharás los botones cercanos al cuello y sin mirarte sé que darás un giro a tu cabeza, en señal de agotamiento, te acercarás despacio…. como siempre; he llegado a tomarle resentimiento a la palabra siempre.

11:55 pm, el futuro se convierte lentamente en presente, y te siento llegar, entras al baño, orinas, te quitas las medias, los pantalones, ropa interior y la camisa, te cepillas los dientes, dos escupidas en el lavamanos de mármol, te conozco tanto…
Las doce en punto, y suavemente, deslizas el edredón que me brindaba calor hasta hace poco, haces lo mismo con las sábanas, y lo primero tus pies, le sigue tu torso, finalmente tu cabeza hace contacto con la almohada, tu mano poco tibia, reposa en una de mis nalgas, estoy de espaldas a ti, pero el roce de tus dedos en mi piel, hace que me voltee, y se cruzan cuatro ojos, un par de ellos agitados por no lograr conciliar el sueño, los míos; los tuyos, cansados, se cierran lentamente, y espero a que me des el beso de buenas noches en la frente, cual padre con su hija, y es que es esto lo que nos ha quedado, besos tibios, miradas entrecortadas, unos toques ligeros y tú a dormir, yo a mirar al techo, pensando que demonios estoy haciendo con mi vida, donde la palabra desperdicio hace eco y se repite sin que yo lo quiera.
Son las 12:05 am, esperaba que ya estuvieras dormido, primer ronquido, pero hoy hay un salto a la norma, como siempre desnudos los dos, pero en lugar de los centímetros de separación pertinentes, siento tu pierna envolviéndose con la mía, siento tus dedos, que recorren mi vientre, mi pecho, mi cuello, mis labios, ahora es tu boca, tu aliento que va dejando huella, por cada instante de mi cuerpo antes recorrido, y respondo a tus caricias, te das y me doy a ti, tu ser penetrante, insistente, va marcando arrítmicamente el paso de tu cuerpo dentro del mío, comenzamos a sudar, a agitarnos, somos lo que no éramos, estás recorriendo un camino que hacía tiempo no recorrías… 02:10 am, continuamos en la entrega, son incontables las veces que hemos hecho y desecho las sábanas esta noche, hoy no hay cansancio, hoy estás llenando todos mis laberintos de deseos perdidos en insomnios ganados, hoy la lucha se rinde con la palabra entrega, y nos fundimos como pocas veces, como hace tantas vueltas del injusto tiempo… ahora van tres horas más de sollozos y gemidos, de respiraciones entrecortadas, de murmullos que no se convierten en palabras.
Llega el amanecer, nos quedamos dormidos, y al despertar, ya no estás, te marchaste, me dejaste el vacío, como todas las mañanas.

Pensé que había una tregua, pero no, como especie de espejismo, nos dimos uno al otro, pero llegó el momento de romper el espejo, y darme cuenta que estás de nuevo lejos de mí.
Me levanto, tomo una ducha, agua fría, salgo rápido del baño, el clóset, lleno de mi ropa, elijo vaqueros y camiseta, unas bambas, la bolsa de hacer la compra.

Hago la cama y como siempre noto que recogiste lo que habías dejado tirado en el baño, todo intacto, nadie imaginaría lo que ocurrió esa madrugada.
Salgo, compro el periódico, la fecha actual, compro unas margaritas tornasol en la floristería, tomo el coche, hoy te iré a buscar, puntual, cambiaré un poco la rutina, en celebración.
Estaciono, casi no hay gente, y mientras camino un poco rápido, siento unos dedos suaves en mi espalda, me llama por mi nombre; era tu madre, me volteo y el negro de sus vestiduras, me recuerda la pesadilla, ese instante en que el mundo se paralizó para siempre.

Te trajo crisantemos, odio esas flores.
Te llora a ti, pero es imposible que yo te llore, pues sé que esta noche vendrás a mí, como todas las noches desde hace dos años.