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martes, 22 de septiembre de 2020

Sabotaje

Tu que me lees desde donde estés, quiero que sepas que muchas de mis entradas son a modo personal, reflexiones al aire, pensamientos que explayo a modo de catarsis, por ello, a veces el sin sentido.

A mi me hace bien, porque alivio la carga mental (que a veces en mi caso es excesiva).

Estoy casada desde hace años. 

Mi esposo trabaja  todos los días de 9 a 6 (o más, según el paripé que monte a diario) y desde la pandemia, desde casa.

Su sueldo mantiene una estructura familiar clase media.

Muchos me preguntan por qué yo no trabajo en la calle.

Quizás la respuesta es variopinta, según el día o momento podré responderte:

NO me gusta el sistema occidental de tener hijos y lanzarlos a la independencia desde muy pequeños, para sostener una estructura económica consumista. 

A las pruebas me remito que este sistema es un fracaso: padres que quizás no quisieron serlo nunca, círculo de endeudamiento, nula conciliación familiar, hacerle creer a la mujer el estúpido concepto de empoderamiento desde finales del siglo pasado.

Desde que me quedé embarazada supe que mi hija pasaría a ser mi norte/sur/este/oeste por los próximos 18 años, en términos de cuidados y velar por un crecimiento de la mano, no por dejarla a su suerte para yo ganar dinero en la calle.

A partir de su nacimiento, compaginé durante 5 años la universidad y clientes contables, hasta que vine a España.

Aquí no conseguía trabajo, homologué mi título y... no me sirvió de mucho. 

No se si era el mercado laboral gallego, yo misma, pasé de tener una confianza infinita en mis habilidades a sentirme que no valía nada en el terreno profesional.

Hasta que se me ocurrió en 2016 la idea de grabar las clases e impartirlas en línea. Esas mismas que impartía en la universidad, con esquema, metodología... etc.

Para no entrar en detalles, la vida pudo con nosotros y en 2016 tuvimos que regresar a Venezuela.

Eso sí, no me pregunten cómo, conseguí darle tutorías de máster a un gerente en EEUU, sí, de una universidad americana. 

Estudiaba en línea y como no tenía tiempo para tareas y exámenes, lo ayudaba y a cambio, obtuve el dinero suficiente para adquirir los pasajes aéreos y asumir los gastos de los tres primeros meses aquí en España. 

Tenía claro que debía regresar.

Seguía con mis clases en línea (que me daban poco beneficio económico pero mucha satisfacción personal) más las tutorías.

Mi esposo ganaba un sueldo poco más que precario. Antes de casarnos y hasta ese momento gané más dinero que él. 

Lo cierto es que tanto él como mi familia, en lugar de impulsarme o apoyarme, siempre han visto de reojo mi trabajo de profesora en línea.

Llegamos a Barcelona, él consiguió empleo en una muy buena empresa, ese que nos mantiene a grandes rasgos en la actualidad.

Su familia dice que soy una mantenida.

Mi familia dice que para callarle la boca, debo trabajar en alguna oficina.

Mi hija ya casi tiene 12, por lo que mi lógica inicial es que quedan 6 años de guía, ahora de hecho comienzan los duros años de la adolescencia.

Y te echo un cuento si eres de las que están casadas, con hijos y trabajas fuera de casa: no llegas a todo y si llegas, lo haces mal. 

Porque es lo que veo en muchos de sus compañeros de clase en la actualidad: madres que les toca madrugar, ver que tu hijo/a se queda solo, va al cole, regresa solo, tu trabajas fuera y al llegar a casa, te toca limpiar, cocinar y ver que hizo tu familia mientras no estabas. 

Es agotador. Te lo digo porque lo viví en carne propia.

Mientras tu marido se limita a trabajar de 9 a 6, barrer o pasar la fregona los domingos a regañadientes y quejarse por todo y por nada.

Como he querido ir a contracorriente porque no me da la gana que mi hija ande sola por el mundo de mierda que le ha tocado vivir, pues decidí ganar para comprarme cosas no básicas (según qué esquemas) como ropa interior o un limpiador facial (porque eso no entra en el presupuesto familiar).

La cuestión es que ya gano para eso y para un poquito más.

Las clases en línea van bien, podrían ir mejor.

Pero entra aquí la palabra SABOTAJE.

Para el compañero de piso que tengo llamado esposo, esto es un hobbie, con el que según el, nunca lograré nada, importante es su trabajo, el que nos mantiene día a día.

Primero están mis labores de ama de casa, después el "hobbie".

Le digo oye y si me abro Patreon: "pero quién va a querer pagar por algo que pueden tener gratis en Youtube?"

¿Y si busco patrocinadores para las clases?: "Por favor, con el número de personas que ven tus clases... ¿Quién querría patrocinarte?"

¿Cómo me siento?

Hundida.

Que profesionalmente valgo menos que nada.

Que estoy perdiendo el tiempo.

Que mi esquema mental está errado.

***

Y poco más...

Si me lees, perdona lo largo.

O lo absurdo.

Ahora, te dejo una frase positiva de martes, esas que últimamente estoy llegando a detestar, esas que ahora mismo no me creo:

lunes, 7 de septiembre de 2020

Este mundo que nos tocó vivir

Esta entrada de lunes (muy lunes), nació por inspiración; leyendo al Sr. Tristán en su entrada: El Mantra del Buen Youtuber .

Exponía un párrafo donde los adjetivos iban de podridos, pretenciosos, analfabetas, personas sin criterio, dañinos y algo más.

 Y bueno, en todo hay que tener mesura y sentido crítico.

Entiendo que el mundo del Influencer genera a muchas personas con poca preparación, ingresos "fáciles".
Que la burla hacia las personas adultas está a la vuelta de la esquina, tal como agregaba en comentarios, haciendo referencia a las jovencitas que ayudaban en una residencia de ancianos y se burlaron de una mujer incapacitada.
Es cierto, la exposición de la intimidad mediante la inmediatez de las redes sociales a veces no tiene filtro o el filtro detrás de los algoritmos no llegan lo suficientemente rápido y se visualizan escenas grotescas como accidentes, burlas y bromas crueles que a la larga, terminan ridiculizando al creador dejándolo a merced del olvido, que es lo peor que puede pasarles a estos "personajes", eso y evidentemente probables demandas con distintos tipos de penas según el país donde ocurran los hechos (pero esto ya es un tema profundo y con aspectos legales que no voy a mencionar).

Pero... porque siempre hay un pero, creo que el problema radica en el consumidor y no en el creador de este inframundo.

Por ejemplo: la mierda de algunos canales como los del grupo Mediaset.
Ellos están todas las tardes con Sálvame, Gran Hermano o Supervivientes, para mi insufribles, miserables y que poco o nada tienen de "contenido", pero siguen allí y son consumidos por muchas personas que de hecho se ofenden si les dices que son programas de pacotilla. Incluso te preguntas cómo algunos periodistas o profesionales de distinta índole se prestan para colaborar en semejantes miserias.
Respeto a quienes producen y consumen este tipo de contenidos. No lo comparto ni lo consumo.

Igual pasa con Youtube y otras plataformas que enredan socialmente.

Hay mucho contenido en la televisión que vale la pena: un buen documental, una película, incluso algunos concursos (me confieso enganchada a Saber y Ganar).
De todo lo que se produce, yo elijo que ver y paso de largo ante lo que me perturba.

Y con Youtube pasa lo mismo, hay mucho creador de contenido valioso.
Gracias a muchos tutoriales he aprendido a reciclar, me he aventurado a leer libros, preparar una buena receta o incluso reparar algo en mi casa.
Cuando siento que el primer mundo me agobia (en el sentido consumista) me centro a través de una mujer coreana que muestra un estilo de vida diferente al occidental.
Así que no todo es malo y depende más de la elección que se hace al consumir contenidos digitales.

Creo incluso que no toda la juventud millenial está podrida ni son analfabetas y si lo llegan a ser, es más por la irresponsabilidad de quienes los crían o educan y dejan a su libre albedrío frente a todo lo que está a su alcance visual.

En fin, una entrada de lunes, lo escribí al principio.

PD: Hace poco una chica madrileña de unos treinta años, doctora en química, con dos másteres a cuestas, tras un año buscando trabajo en laboratorios en Francia, comunicaba su alivio al ser contratada en una Startup para llevar los contenidos digitales, su cargo: Community Manager. Ganaría lo suficiente para pagarse su mini piso de 30 m2, mantenerse y no tener que regresar a España a vivir en casa de sus padres.
Alegaba su alegría y a la vez su frustración sintiendo que sus diez años de estudios en Química de poco le habían valido.

Evidentemente, como sociedad, tenemos un problema.

viernes, 4 de septiembre de 2020

In my arms

Viernes, septiembre 2020.
Mi cabeza en cambio se antoja juguetona, retrocede unos años y evoca los mejores momentos.
¿No hay días de bajón absoluto?
Pues también los hay en los que te subes por todo lo alto y te sientes que vas pisando fuerte (aunque sea en zapatillas de andar por casa).
Hoy es uno de esos días.
Por cuestiones que no vienen al caso, ayer tuve que tomarme muchas fotos.
El autorretrato es una materia pantanosa, pero, con las cámaras de hoy en día y esos cacharritos "Made in China" que te permiten evitar temporizadores, más trípode... más mil fotos, cosa impensable en mi época de niña donde los rollos eran máximo de 36 fotos y se llevaban a revelar y a saber Dios que salía de esos negativos.
Hoy el mundo digital lo hace más sencillo.
Sin embargo, prefiero no jugar a los retoques, ni en fotos ni en la vida real.
¿De qué vale engancharte a una figura construida a base de Photoshop?
Hoy a mis 41, contenta por la imagen que capta la cámara.
Tengo más arrugas y ojeras que jamás en mi vida.
Pero la mente, ay la mente...
Más llena también, es lo que tiene Vivir.
Por eso hoy día de "antibajón" me pierdo en una de Kylie...


"How does it feel in my arms?
How does it feel in my arms?
Do you want it?
Do you want it?
Can you feel it?
Tell me.
How does it feel in my arms?"

PD1: Hay emociones que podrás imaginar, pero jamás podrás sentir... al menos no a mi lado.
PD2: Si, es una entrada tontorrona, a lo Díaz Ayuso...



Feliz finde, donde estés ;)