Tu que me lees desde donde estés, quiero que sepas que muchas de mis entradas son a modo personal, reflexiones al aire, pensamientos que explayo a modo de catarsis, por ello, a veces el sin sentido.
A mi me hace bien, porque alivio la carga mental (que a veces en mi caso es excesiva).
Estoy casada desde hace años.
Mi esposo trabaja todos los días de 9 a 6 (o más, según el paripé que monte a diario) y desde la pandemia, desde casa.
Su sueldo mantiene una estructura familiar clase media.
Muchos me preguntan por qué yo no trabajo en la calle.
Quizás la respuesta es variopinta, según el día o momento podré responderte:
NO me gusta el sistema occidental de tener hijos y lanzarlos a la independencia desde muy pequeños, para sostener una estructura económica consumista.
A las pruebas me remito que este sistema es un fracaso: padres que quizás no quisieron serlo nunca, círculo de endeudamiento, nula conciliación familiar, hacerle creer a la mujer el estúpido concepto de empoderamiento desde finales del siglo pasado.
Desde que me quedé embarazada supe que mi hija pasaría a ser mi norte/sur/este/oeste por los próximos 18 años, en términos de cuidados y velar por un crecimiento de la mano, no por dejarla a su suerte para yo ganar dinero en la calle.
A partir de su nacimiento, compaginé durante 5 años la universidad y clientes contables, hasta que vine a España.
Aquí no conseguía trabajo, homologué mi título y... no me sirvió de mucho.
No se si era el mercado laboral gallego, yo misma, pasé de tener una confianza infinita en mis habilidades a sentirme que no valía nada en el terreno profesional.
Hasta que se me ocurrió en 2016 la idea de grabar las clases e impartirlas en línea. Esas mismas que impartía en la universidad, con esquema, metodología... etc.
Para no entrar en detalles, la vida pudo con nosotros y en 2016 tuvimos que regresar a Venezuela.
Eso sí, no me pregunten cómo, conseguí darle tutorías de máster a un gerente en EEUU, sí, de una universidad americana.
Estudiaba en línea y como no tenía tiempo para tareas y exámenes, lo ayudaba y a cambio, obtuve el dinero suficiente para adquirir los pasajes aéreos y asumir los gastos de los tres primeros meses aquí en España.
Tenía claro que debía regresar.
Seguía con mis clases en línea (que me daban poco beneficio económico pero mucha satisfacción personal) más las tutorías.
Mi esposo ganaba un sueldo poco más que precario. Antes de casarnos y hasta ese momento gané más dinero que él.
Lo cierto es que tanto él como mi familia, en lugar de impulsarme o apoyarme, siempre han visto de reojo mi trabajo de profesora en línea.
Llegamos a Barcelona, él consiguió empleo en una muy buena empresa, ese que nos mantiene a grandes rasgos en la actualidad.
Su familia dice que soy una mantenida.
Mi familia dice que para callarle la boca, debo trabajar en alguna oficina.
Mi hija ya casi tiene 12, por lo que mi lógica inicial es que quedan 6 años de guía, ahora de hecho comienzan los duros años de la adolescencia.
Y te echo un cuento si eres de las que están casadas, con hijos y trabajas fuera de casa: no llegas a todo y si llegas, lo haces mal.
Porque es lo que veo en muchos de sus compañeros de clase en la actualidad: madres que les toca madrugar, ver que tu hijo/a se queda solo, va al cole, regresa solo, tu trabajas fuera y al llegar a casa, te toca limpiar, cocinar y ver que hizo tu familia mientras no estabas.
Es agotador. Te lo digo porque lo viví en carne propia.
Mientras tu marido se limita a trabajar de 9 a 6, barrer o pasar la fregona los domingos a regañadientes y quejarse por todo y por nada.
Como he querido ir a contracorriente porque no me da la gana que mi hija ande sola por el mundo de mierda que le ha tocado vivir, pues decidí ganar para comprarme cosas no básicas (según qué esquemas) como ropa interior o un limpiador facial (porque eso no entra en el presupuesto familiar).
La cuestión es que ya gano para eso y para un poquito más.
Las clases en línea van bien, podrían ir mejor.
Pero entra aquí la palabra SABOTAJE.
Para el compañero de piso que tengo llamado esposo, esto es un hobbie, con el que según el, nunca lograré nada, importante es su trabajo, el que nos mantiene día a día.
Primero están mis labores de ama de casa, después el "hobbie".
Le digo oye y si me abro Patreon: "pero quién va a querer pagar por algo que pueden tener gratis en Youtube?"
¿Y si busco patrocinadores para las clases?: "Por favor, con el número de personas que ven tus clases... ¿Quién querría patrocinarte?"
¿Cómo me siento?
Hundida.
Que profesionalmente valgo menos que nada.
Que estoy perdiendo el tiempo.
Que mi esquema mental está errado.
***
Y poco más...
Si me lees, perdona lo largo.
O lo absurdo.
Ahora, te dejo una frase positiva de martes, esas que últimamente estoy llegando a detestar, esas que ahora mismo no me creo: