En el diván

Muchas personas huyen de ir a terapia.
No es mi caso, me siento cómoda de trasladar las mil cosas que pasan por mi cabeza a un tercero, ajeno a mis andanzas, que oye (y confío escuche) la verborrea atragantada.
Fue quien me recomendó escribir. Sacar el pasado a flote. Compartirlo a cualquiera si se me antojaba.
Lo bautizó como "liberador".

Debo darle razón.
No se si es la edad, que avanza, inexorable como el tiempo.
Los problemas de los veinte me parecen tan ajenos y estúpidos. Tan inmaduros.
Necesarios eso si para ubicarme en el punto que estoy hoy.
He vivido a la inversa.
Me tocó madurar por cosas serias en plena juventud para luego deshacer el camino andado, llorar, reír, vivir.
Lo que si me queda claro es que nada es de gratis.
Haciendo balance al menos, se lo que no quiero.
Y eso en mi, ya es un avance.
Muchos pensarán que esto va enfocado hacia la "vida amorosa" ese torbellino que nos mueve.
Pero no, el enfoque es más bien por mi vida profesional.
Ser contable me resulta ahora tan ajeno.
Cada vez estoy más alejada por ello del Facebook, sobran los mensajes de conocidos que me han insinuado el "desperdicio" o el "como siendo tan brillante estás dejando tus mejores años profesionales de lado".
¿De verdad estoy perdiendo el tiempo?
No será que ¿Estuve perdiendo el tiempo?
Prefiero tranquilidad, a dinero.
Dormir en paz.
No ser un títere del sistema.
Hay otras formas de vivir y no precisamente como una esclava de este siglo.
Y es que precisamente, cuanto más he visto de ese mundo, del entramado de números que muchas veces incluso pierden su sentido, más me provoca seguir ajena.
Lejana y distante.

Hace poco en una conversación, surgió la pregunta.
- Si volvieras a tus años de elegir carrera ¿Volverías a elegir ser contable?
Sonrío y antes de responder mi compañero añade.
- Yo sí, hoy me doy cuenta. Jamás habría estudiado periodismo o algo que tuviera que ver con el mundo bohemio. Habría estudiado lo mismo que estudiaste tú...

Mi mirada se elevó al techo.
Mejor ni responder.